Época: Pintura
Inicio: Año 1200
Fin: Año 1300

Antecedente:
El Duecento y el Trecento

(C) Francesca Español



Comentario

Giotto di Bondone es el artista más relevante del Trecento italiano si atendemos al volumen de su obra y a la trascendencia de la misma. La primera referencia documental conocida data de 1301 y nos informa de su asentamiento en Florencia. La última corresponde a 1337, fecha de su muerte. Aunque durante toda su vida continuó vinculado a esta ciudad, pasó largas temporadas en otros lugares por motivos de trabajo. Padua, Asís, Roma, Rímini, Rávena, Nápoles, son algunas de las ciudades desde las que fue reclamado. Este incontestable éxito profesional obedece tanto al aprecio que los contemporáneos sintieron por su obra, como a su sagacidad en tanto que empresario artístico. Esta última cualidad de su carácter se detecta en otras actuaciones extralaborales conocidas. Es sabido, por ejemplo, que tuvo una gran habilidad para los negocios, lo que le convirtió, tras unos años de trabajo, en un hombre muy adinerado.Giotto es muy conocido documentalmente, pero sin embargo no todas las obras que hoy se consideran suyas, están acompañadas del dato que nos lo identifica como su autor directo. Esto sucede con Asís, una de sus realizaciones más sobresalientes y, en cambio, tenemos referencias de otras actuaciones de las que nada se ha conservado.A pesar de todo, su personalidad artística puede definirse a partir de obras seguras a las que pueden sumarse otras muchas por análisis estilístico. Entre las primeras se halla la decoración de la capilla Scrovegni en Padua. Por una fuente contemporánea a estas pinturas se sabe que el artífice de las mismas fue Giotto y que los trabajos se desarrollaron entre 1304 y 1312-13. El promotor de la obra fue Enrico Scrovegni, poseedor de la fortuna paduana más relevante, amasada probablemente merced, entre otros medios, a la práctica de la usura. Precisamente, el carácter funerario-expiatorio del edificio puede justificar el programa iconográfico desarrollado en su interior, así como la presencia del fundador a los pies del Juicio Final del muro oeste haciendo ofrenda de la capilla.La adecuación de las pinturas a su marco ha abierto la posibilidad de pensar en Giotto como maestro de la fábrica, hecho plausible si tenemos en cuenta la actividad del artista en el ámbito arquitectónico. La decoración comprende un amplio ciclo consagrado a la Virgen (con episodios correspondientes a San Joaquín y a Santa Ana, ajenos generalmente al mismo) y otro dedicado a Jesús, desde la infancia hasta la Ascensión, concluyendo con la llegada del Espíritu Santo. Uno y otro se distribuyen a lo largo de los muros norte, sur y este de la capilla. El occidental, de acuerdo con la tradición, se reservó al Juicio Final. Comprende un total de cuarenta y dos composiciones, un repertorio lo suficientemente amplio para descubrirnos lo mejor de Giotto, aquello que debe a sus antecesores y lo que corresponde a su aportación directa a la pintura toscana trecentista. En relación a esto último, la capilla de Padua es un elemento clave. Evidentemente nos informa del amplio repertorio compositivo que dominaba el maestro, pero también de cuáles eran sus recursos básicos para conseguir efectos de tridimensionalidad en la pintura. Su preocupación por el espacio, que construye de acuerdo a una cierta perspectiva lineal basada en experiencias anteriores, muy mejoradas, su interés por el volumen de las figuras, para lo cual se sirve de amplias túnicas que le permiten conferir corporeidad a los personajes y dotarlos de una solemnidad inusual, a lo que también colabora su dominio de un amplio registro gestual, etc.Esta actividad en Padua se desarrolló cuando Giotto era ya un pintor famoso. Había trabajado en Roma para el papa Bonifacio VIII en 1300, con motivo del jubileo que éste había celebrado, pero de esa estancia quedan sólo unos escasos fragmentos en San Juan de Letrán. Nada conservamos tampoco de los encargos que le llevaron a Rímini y Rávena. Concluido este periplo trabaja en Padua. Sin embargo, aunque no tenemos constancia documental alguna, antes de trasladarse a Roma debió trabajar en Asís.Nadie duda hoy en día que fue así, aunque determinar su exacta intervención en la iglesia alta (zona de la nave) ha supuesto eliminar del catálogo del artista ciertas composiciones que antiguamente se habían dado como suyas. En la decoración de la basílica consagrada, entre otros, a un amplio ciclo del Antiguo Testamento y a otro de la Vida de San Francisco, colaboraron desde Cimabue a los denominados Maestro de Isaac y Maestro de Santa Cecilia, respectivamente.A Giotto se le atribuyeron la mayor parte de los episodios del ciclo franciscano. Todas estas escenas responden a la vida oficial de San Francisco, redactada por san Buenaventura, de la que se han eliminado ciertos hechos difundidos en la primera época de la orden que tuvieron gran impacto popular por su carácter maravilloso. Cuando la obra de la basílica de Asís está en marcha, los conventuales se hacen con la dirección de la orden apostando claramente por una línea que probablemente no hubiera gustado a Francisco. Giotto, con su lenguaje artístico racional y pragmático, colabora magníficamente a mostrar esta ideología ajena al misticismo que gobernó la vida del fundador y que está patente en la producción de ciertos artistas del Duecento que desarrollan ciclos franciscanos apoyados en las "Florecillas".Tras su estancia en Padua regresa a Florencia y trabaja allí en la iglesia de la Santa Croce, en dos capillas fundadas respectivamente por los Bardi y los Peruzzi, dos clanes muy relevantes económicamente en la ciudad, que han elegido la iglesia franciscana como sepultura. Realiza la decoración de la primera entre 1315 y 1320, aproximadamente, y se elige como tema la vida de San Francisco. El ciclo comprende seis episodios y se desarrolla a lo largo de los dos muros laterales de la fábrica, completado con los Estigmas que se colocan sobre la entrada exterior.La capilla Peruzzi, probablemente algo posterior (se sugiere el entorno de 1325) se dedica a los santos Juanes, y las seis escenas que la componen se reparten por igual a uno y otro lado. A la izquierda (de arriba abajo) se emplazan el Anuncio a Zacarías, el Nacimiento y Bautismo de Juan, la Danza de Salomé; a la derecha, y en igual orden: San Juan Evangelista en Patmos, la Resurrección de Drusiana, la Ascensión de San Juan.Sin duda estos frescos florentinos constituyen el punto más álgido en la carrera de Giotto. Su lenguaje ya maduro en la capilla Scrovegni de Padua, alcanza sus más altas cotas aquí, particularmente en el tratamiento de los personajes y del ambiente que los circunda, sean espacios interiores o paisajes urbanos.Tras esta actividad florentina, Giotto se trasladó a Nápoles, donde parece haber permanecido entre 1328 y 1332. Nada queda de esta etapa. Sin embargo, se fecha en 1330 el tríptico realizado por el pintor para el cardenal Stefaneschi, que se custodia hoy en el Vaticano, su última obra pictórica. En 1334 se incorporó a las obras del Campanile florentino, que diseñó y que no pudo ver concluido, pues falleció en 1337.La extensión de la obra de Giotto obliga a pensar en él como un gran empresario artístico, capaz de aglutinar a su alrededor a un conjunto de artífices que bajo su dirección trabajaron en común. Es inevitable acudir al taller de Giotto para explicar el volumen total de su producción, si nos atenemos a lo conservado y a lo documentado. A su muerte, estos artistas ya independizados serán los continuadores de la escuela florentina. Memmo di Filipuccio, Bernardo Daddi, Maso di Banco y Tadeo Gaddi, son algunos de ellos.